MILAGROS DE OTOÑO

Siempre que pensamos en playa automáticamente lo asociamos al calor, al sol, al verano. Es obvio decir que también en invierno existen. Ni que decir tiene que también en invierno su belleza se puede igualar a cualquier otro paisaje de la naturaleza. Quizá incluso más, o al menos se puede apreciar más dado que la vista no se distrae con otras vistas más humanas.

            La soledad, un paseo en solitario, ayuda a ver esos matices, a ver ese no ver cuando la vista se distrae casi sin darse cuanta contemplando la ola que se acerca y que sin darte cuenta se acopla a la siguiente en un sin fin interminable de espuma que parece nos va a mojar pero que se agota en la arena.

            Las gaviotas navegando entre el aire y el agua con ese planeo sencillo, armonioso, casi sonoro, solo interrumpido a veces con ataques a la mar para conseguir su trofeo en forma de pez para su comida.

            Los paisajes lejanos se llenan de colores cuando un rayo de sol atraviesa las blancas nubes para rozar los bosques o prados que bordean las laderas y acantilados. El verde es más verde en otoño y la luz en las rocas parece nieve prematura.

            Paseando por la playa siempre me ha llamado la atención que el paisaje que siempre es el mismo siempre me parece diferente, nunca me canso de verlo y contemplarlo. Quizá la combinación de olas, nubes, brunas, el sol en sus mil formas de enfocarnos hacen de las playas uno paisaje siempre distinto. Por eso, quizá, sean esas playas y litorales los más pintados y fotografiados por expertos y poéticos artistas. No se que belleza se podrá igualar a una salida o puesta del sol en el mar.

            En otoño o invierno, cuando las nubes son blancas, el viento no demasiado brusco, el sol juega al escondite y los visitantes veraniegos están en sus refugios de invierno, un paseo por la playa se puede convertir en una lección de filosofía, en una conferencia de paz, en una reflexión renovadora sobre nuestra vida, en un preámbulo del libro más hermoso jamás escrito. Puede convertirse, como a mi me ha pasado, en un artículo que quizá nunca salga a la luz. O quizá si.

            Hoy casi ha ganado el si.