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DOS NOTAS PARA LARINGECTOMIZADOS

Hay dos cosas que pueden parecer pequeñas pero que en el laringectomizado adquieren una importancia especial.

     La primera es nuestra particularidad cuando hablamos con personas con deficiencia auditiva. Estoy hablando de personas, sobre todo con cierta edad, que no son sordos pero que con los años han perdido oído, han perdido audición. Y en muchos casos no lo sabemos ni nosotros ni ellos. El laringectomizado, por muy bien que haya conseguido hablar gracias a la voz esofágica o a cualquier otro método, nunca tiene una voz potente capaz de que le oigan y entiendan todos en cualquier situación, de modo que si ya tenemos problema los que no oyen bien eso se multiplica con los ayen mal.

     Además hay que tener en cuenta que por nuestra edad -la mayoría de nosotros ya pasamos de los 60- nos relacionamos con bastantes personas de la misma o perecida edad y por tanto con posibles problemas de audición. Nos ocurrirá a veces que algunas personas nos entienden peor que otras. Quizá no sabemos que tienen el "oído torpe" y nos parecerá raro. Pues a lo mejor es sencillamente que oyen mal. Otro problema al que tendemos que afrontar. Lo mejor es tratar de enterarnos si tienen ese problema y actuar en consecuencia. Si lo tienen lo que hay que hacer es hablarles más de cerca, al oído, y pronunciar lo mejor posible. No intentar gritar porque sería peor. Sobre todo para nosotros. Si a pesar de todo no nos oye que cada uno saque sus conclusiones.

     El otro asunto a tratar es el aparente cambio de humor que suele afectarnos, al menos en los primeros años de laringectomía, con demasiada frecuencia. A mí al menos me pasa y me consta que no soy el único. Se trata de cambios de humos bastante significativos y sin razones aparentes. También la voz a veces nos sale con alegría y fluidez y otras parece que hay que arrancarla desde lo más profundo de nosotros. Cuando estamos aprendiendo, como es mi caso, esto último se nota una barbaridad. Y cuando el resultado es negativo, que le cuesta salir, el ánimo tiende a bajarse a los sótanos más profundos. Con el tiempo nos acostumbramos y le damos menos importancia.

     Yo achaco estos altibajos tan llamativos a la gran sensibilidad que la enfermedad nos ha dejado en nuestro cuerpo y nuestro ánimo. Al principio, antes de la operación y en los meses inmediatos después, nos damos cuenta de manera notable del mal que nos viene o el que ya tenemos pero con el tiempo tendemos a acostumbrarnos a él y parece que no influye tanto en nuestra vida. Al menos durante algunos raros. Eso conlleva que lleguemos a olvidarnos en cierto sentido de lo que tenemos. Pero como el mal no se ha ido, cualquier contratiempo nos afecta de modo transcendental. Y eso significa un bajón en nuestra moral y a veces un mal genio. Me imagino que con los años estos altibajos cada vez serán menos significativos.

     Tanto el primer comentario como el segundo no dejan de ser meras anécdotas pero siempre es bueno saberlo y poder afrontarlo con la mayor normalidad posible y sobre todo que no nos desmoralice más de lo necesario.

     Por otra parte indicar que estos "problemillas" deben afectar lo menos posible a los demás, sobre todo a los que están más cerca. Hemos de ser lo suficientemente fuertes como para afrontarlos de la manera que menos afecte a nosotros y a los demás.

Tag(s) : #Laringectomía
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